El duelo (dolus: dolor) es la
respuesta emotiva a la pérdida de algo o de alguien. La intensidad del duelo no
depende de la naturaleza del objeto perdido sino del valor que se le atribuye,
es decir, de la magnitud afectiva invertida en la pérdida. Es un proceso, no un
estado. Para restablecer el equilibrio y completar el proceso de duelo hay que
realizar ciertas tareas.
■ Aceptar la realidad
de la pérdida: Asumir que el reencuentro es imposible.
■ Experimentar el
dolor.
■ Adaptarse a un medio
en el que el fallecido está ausente: Desarrollar nuevas habilidades y asumir
roles que antes desempeñaba el fallecido.
■ Recolocar emocionalmente
al fallecido y continuar viviendo.
El duelo constituye una crisis
existencial, que puede servir para crecer o para debilitarnos y enfermar dependiendo
de cómo se afronte.
Es muy difícil determinar cuándo ha
finalizado realmente el duelo, aunque se considera como momento clave cuando la
persona es capaz de mirar al pasado y recordar con pena pero sin dolor al
fallecido y la historia compartida. Generalmente entre uno y dos años.
PROCESO NORMAL DE
DUELO
• La pena se expresa.
• Duración limitada en el tiempo (1 ó
2 años).
• Después de los primeros días, el
doliente realiza las actividades con “normalidad” aunque con ánimo triste y con
ansiedad.
DUELO COMPLICADO
• No se expresa la pena (duelo
reprimido).
• Se expresa la pena con la misma
intensidad durante un largo periodo de tiempo (duelo crónico).
• Incapacidad para desvincularse del
fallecido (culpa excesiva o auto reproches).
• Incapacidad para empezar de nuevo la
vida en un marco en el que el fallecido no está.
• Cualquier alteración mental
diagnosticada a partir de los seis meses del fallecimiento debe ser explorada
por su posible conexión con la pérdida (depresión, trastornos de ansiedad,
adicciones…).
Criterios DSM-IV de
duelo
■ Considera normales síntomas depresivos tras
la pérdida de un ser querido.
■ Únicamente se diagnóstica TRASTORNO DEPRESIVO
MAYOR cuando se cumplen los criterios para el diagnostico de éste y se
mantengan dos meses después de la pérdida.
La presencia de cualquiera de los
siguientes síntomas (que no se consideran característicos de una reacción de
duelo “normal”) puede ayudar a diferenciar el duelo del “episodio depresivo
mayor”:
1. Culpa por las cosas más que por las
acciones recibidas o no por el superviviente en el momento de morir la persona
querida.
2. Pensamientos de muerte más que
voluntad de vivir, con el sentimiento de que el superviviente debería haber
muerto con la persona fallecida.
3. Preocupaciones mórbidas con
sentimiento de inutilidad.
4. Enlentecimiento motor.
5. Deterioro funcional acusado y
prolongado.
6. Experiencias alucinatorias
distintas de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.