Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por
qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te
invoco de día, y no respondes,
de
noche, y no encuentro descanso;
y
sin embargo, tú eres el Santo,
que
reinas entre las alabanzas de Israel.
Señor
despierta mis sentidos, yo sé que me escuchas mas no te siento. Tú me conoces
Señor, sabes lo que me apena. A ti ruego noche y día esperando Tú misericordia,
a ti clamo en mi desesperación déjame oír tu voz. Como Tú hijo Señor exclamo; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? Pero Tú no me abandonas, me acompañas en silencio, enjuagas mis
lágrimas delicadamente mientras mesas mis cabellos. Tú Señor eres mi padre, quien
sino Tú escuchara mi lamento.
Los
que me ven, se burlan de mí,
hacen
una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió
en el Señor, que él lo libre;
que
lo salve, si lo quiere tanto».
Tú,
Señor, me sacaste del seno materno,
me
confiaste al regazo de mi madre;
a
ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde
el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
Desde
antes de nacer fui tuyo Dios mío, mi vida te pertenece, siempre desde mi
nacimiento he confiado en tu palabra. Pero sabes que por mí no es por quien
ruego, pues pecador soy y tu desprecio merezco. Es Señor por ella por quien
pido, no ya su curación si no es posible y si deseo tuyo es llevártela a tu
lado. Deseo que la libres Señor de este tormento que es la angustia que le embarga
y el dolor intenso, dale paz, fuerza y fe en su sufrimiento y a mi valor para
enfrentarme a ese momento.
No te quedes lejos, porque acecha el peligro
y no hay nadie para socorrerme.
Pero
tú, Señor, no te quedes lejos;
Tú
que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme
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