No piensen que hablamos de un niño mal criado que ante el
plato de comida se enfurruña y monta una trifulca a sus padres, muy al
contrario, hablamos de una persona adulta que, ante la sola mención de la
palabra comida, entra en un estado de ansiedad que todavía hace más precaria su
ya delicada respiración.
Es el “pan nuestro de cada día” o el “con Dios me acuesto
y con Dios me levanto” pero esta vez, y que nadie vea una ofensa en mis
palabras, aplicado a la gastronomía de una persona enferma de cancer.
Son las ocho treinta de un día cualquiera y comienza el
trasiego de pastillas. Comenzamos con MST Continuo para que no se pase el
efecto de la anterior toma, eso sí entre medio no hemos empleado dosis de
rescate de Abstral©, el dacortin, la furosemida, el emconcor y
trankimazin, se quedan en el pastillero “de momento”.
Son las nueve y toca inhalador. Las pastillas todavía están
en su sitio, para que las quieres molestar. “Otra vez estas aquí”, resuena en
el dormitorio no muy alto, la verdad, porque cada vez su voz es más un quejido que
otra cosa, “no ves que no me dejas descansar”.
A todo esto todavía hay que desayunar, ir al baño y
realizar los enjuagues, tomar la tensión, temperatura, pulsaciones nivel de
oxigeno; a y se me olvidaba acabar de tomar las pastillas.
Las diez y media y a duras penas hemos tomado un vaso de
leche con proteína de chocolate, para cubrir su déficit proteico, y cuatro
galletas. Entre medias hay que tomar toda la medicación que faltaba, un laxante
(los opioides es lo que tienen que restriñen) y que si quiero que si no quiero
potasio pues los niveles están bajos.
A las once hemos concluido el aseo, la verdad que se
queda hecha polvo del esfuerzo y tiene que reposar un rato; pero debido a esto,
desde que salimos del último ingreso solo ha utilizado la silla que le
compramos dos veces para salir a la calle, ayer fue la segunda.
Como no salimos a la calle todo es darle vueltas a lo
mismo y volver a pedir que la lleves a la cama.
Como la cama se come en una semana el veinte por ciento de la masa
muscular de una persona, hay que hacerle entender que no, que tiene que
permanecer en el sofá, entretenida con la Tv o con un libro, algo que habiendo sido
una lectora devoradora de todo lo que caía en sus manos ahora no hace.
A las tres comienza la pelea con la comida. Si a las dos
cincuenta le apetecían pechugas con salsa roquefort, a las dos cincuenta y
nueve quiere mejor pescado; a mí me da lo mismo cocinar un plato que dos, pero es que nuestra perra está comenzando a
engordar un poco.
Si quieres que coma, córtale la comida en trocitos, pon
un plato más grande que el tuyo y la vista le engañara, aunque no el estomago
pero siempre podemos hacer un quid pro quo.
Nunca me imagine que comer pudiera cansar tanto como
hasta ahora, a un enfermo comer le supone un verdadero suplicio. No me extraña
que, sin despreciar la comida servida en el hospital que la veo de buena
calidad, este deseando que le den el alta cuando ingresamos para comer lo que
le apetece, como le apetece y cuando le apetece.
A las cuatro y media o cinco, toca hacer de “practicante”,
inyección de Clexane© y vuelta a descansar hasta la cena. Si la tarde va bien
y no se aguanta mucho el dolor, o sea que conseguimos darle la pastilla de rescate a
tiempo para que pueda ver “Ahora caigo” tranquilamente tumbada en el sofá,
recostada en una almohada, esperaremos a la ocho treinta y comenzamos de nuevo con los MST y
esta vez solo Trankimazin, se me olvido comentar que el laxante y el potasio
hay que darlo en cada comida, y esperaremos a las nueve para tomar el inhalador
y comenzar con la pelea por la cena, que se resolverá con algo de fiambre de
pavo y un lácteo si hay suerte. Con mucha, mucha suerte, igual un vaso de leche antes de
irnos a la cama a las diez y media.
Después, si Dios escucha mis plegarias, tendremos una
noche en calma y podremos descansar para enfrentarnos juntos al nuevo día que
nos espera; y si no quiere escucharme
como esta noche, pues la sufriremos juntos en vela ella doliente y yo a su lado
intentando calmar esos dolores con todas las armas que la medicina moderna a
puesto en mis manos y dedicándole todo el amor que ella me ha dedicado a mí en todos
esto años de vida que llevamos juntos.
“Cuando la enfermedad sobreviene habrá que intentar curarla y si esto no se consigue habrá que intentar aliviar o paliar la situación”
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